Hastío.

Fue cuando mi existencia ya no deslumbraba, cuando mis chistes ya no eran graciosos. Sucedió cuando ya no era imprescindible, cuando miraba a mi derecha y solo percibía vacío. Exactamente pasó cuando no hacía volar el espacio al llegar, en ese instante en que el aire se hacía más espeso con mi presencia. Cuando ya no podía cambiar realidades, cuando mis anécdotas y talentos se perdían entre el hastío y el aburrimiento. Fue ahí que me di cuenta que ya no era importante, que solo era uno más.